Internet de la "puntilla" a dos tiendas de discos y libros

Internet de la "puntilla" a dos tiendas de discos y libros
diciembre 20, 2010 Chema

Siempre se comenta que hay paralelismos y grandes diferencias entre lo ocurrido en el mundo de la música y lo que ya está sucediendo en el mundo del libro. El impacto de la tecnología en el sector editorial es una realidad pero nadie está lanzando mensajes tan apocalípticos como los de la música. ¿Nadie? bueno aquí encontramos el ejemplo de dos tiendas que parece ser que han sufrido el impacto por esta doble faceta de vendedor de discos y ahora libros.

Vía : Diario de Ibiza

deski

El impacto de Internet ya no es solo en el ámbito virtual. En el plano físico también se pueden percibir sus efectos: la descarga de música, por ejemplo, tiene como consecuencia la desaparición de numerosas tiendas dedicadas a la venta de discos, como ha ocurrido en Vila el pasado mes con el cierre de Delta Discos, local con 43 años de antigüedad. Su propietario ha tirado la toalla casi al mismo tiempo que el de la Librería Wallis, al que el formato digital le comía –más bien devoraba– clientes exponencialmente desde hace tres meses. Un distribuidor de libros pitiuso augura la «extinción» de la librería tradicional.

IBIZA | JOSÉ MIGUEL L. ROMERO Joan Tur cerró recientemente Delta Discos porque estaba «harto». Y no es de extrañar dado el descaro de algunos de sus clientes, que pasaban por la tienda no para comprar, sino para, cámara en ristre, fotografiar las portadas de los discos. La música se la bajaban de e-Mule o de Torrent, luego grababan un CD y creaban la carátula con la imagen que acababan de captar: «De una mala educación total», exclama Tur, copropietario del local junto a su hermana Luisa, que tras perder el pulso con Internet colgó en el escaparate un letrero elocuente: «Cerrado por defunción de la música». Delta ha resistido 43 años. El negocio lo inició su padre, Vicent, hace 43 años en la calle de la Cruz, y los últimos 23 años tuvo una sucursal en la avenida de España, hasta que la red le ha dado la puntilla: «El bajón de ventas lo he notado, sobre todo, desde hace tres años. Ha sido brutal. Ha ido demasiado rápido. En 2006 fue la bomba, el año en que más discos he vendido. Y desde 2007 bajó un 50%, y cada año más, hasta que han podido conmigo», admite.

«No había salida: ¿qué prefieres –se pregunta–, comprar un disco a 15 euros o bajarlo gratis a través de Megaupload? Las agencias de viajes sí están más baratas en la red, pero al menos pagas algo; pero la música la encuentras gratis en Internet». Como «vender música ya es imposible», Tur abrirá de nuevo en marzo la tienda, aunque con productos tangibles: nada de discos, solo merchandising de discotecas, entradas y objetos incompatibles físicamente con el peer to peer (P2P, programas de descarga).

«El ´e-book´ se lo come todo´»
La era digital también ha logrado desesperar a Nicolás Contreras. En abril, tras dos meses de reforma, abría la cafetería anexa a la Librería Wallis (antes Deski) con el propósito de combinar ambos negocios: el de la hostelería y el de la venta de literatura. Ocho meses después ha tirado la toalla y la pasada semana decidió eliminar definitivamente la zona dedicada a librería, que ha convertido en una biblioteca gratuita: «Ha sido una decisión económica: vender libros no es rentable, para nada. Desde hace tres meses, cada día que pasaba se notaba que el e-book se lo está comiendo todo. Y yo aún ni he tocado ese aparato, del que tengo conocimiento desde agosto», lamenta Contreras, que el último día que abrió Wallis, el 30 de noviembre, repartió entre sus clientes una nota en papel de color verde (paradójicamente, poco esperanzadora) en la que admitía que las razones del cierre había que buscarlas en «la competencia insalvable de las nuevas tecnologías», así como en «los cambios de hábitos del consumidor». «Si alguien me encarga un libro, tarda un mes en llegarme. Pero por Internet lo tienes instantáneamente», es el ejemplo que pone de cómo las librerías lo tienen realmente complicado para plantar cara a la era digital. Incluso intentó que una franquicia le asesorara o se hiciera con esa parte del negocio, sin éxito: «Vino un chico, hizo un estudio y también dijo que era cuestión de meses que el libro electrónico triunfara».

Ni con magia
«El propietario del local, que es de una familia de libreros de toda la vida [el distribuidor Eloy Serrano], estaba ilusionado por si era capaz de hacer magia, inventar algo y que prosperara la tienda –comenta–. Pero qué voy a inventar contra el libro digital, no se puede hacer nada.». A su juicio, la literatura no desaparecerá, «lo hará el papel. Será como ha ocurrido con la imagen: no se ha dejado de fotografiar, al contrario, cada vez se hacen más fotos. O con la música: ha cambiado el formato y todo el mundo atesora miles en sus memorias USB».

Javier Serrano, responsable de la distribuidora Eloy Serrano, admite que «hay una tendencia a la baja» en la venta de libros, «independientemente de que ha descendido el consumo en general». Traspasó Deski porque en su momento intuyó que «en un futuro a medio o corto plazo iba a venderse cada vez menos». Para obtener en ese negocio un 25% de beneficio sobre el producto vendido, «se ha de tener mucho stock, mientras que en hostelería se gana un 200% con un solo café. No sale rentable». Aunque «las familias tienen menos poder adquisitivo», considera que las nuevas tecnologías están machacando al sector: «En prensa también se nota. Quizás en la local, no tanto, pero mucha gente ya lee los periódicos generalistas o deportivos a través del PC o del móvil». Con años de experiencia a sus espaldas, Serrano hace un duro vaticinio: «La librería clásica se extinguirá. Las grandes editoriales, como Amazon, ya fabrican sus libros en formato digital». Es, advierte, una cuestión de costumbres: «No es que el librero lo haga mal, es que, igual que los discos cayeron, ahora le toca a los libros. A los jóvenes les mencionas una enciclopedia y parece que les hablas de la prehistoria». El futuro, augura, es digital y hay que adaptarse: «Renovarse o morir. Habrá que reciclarse». Y no es broma: algunas librerías de Vila, por ejemplo, ya venden productos de cosmética y chucherías junto a los best sellers.

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