Los hábitos del lector de libros digitales, según una encuesta realizada en Bélgica

Los hábitos del lector de libros digitales, según una encuesta realizada en Bélgica
marzo 18, 2015 Chema
In L&T

Vía : Lecturalab.org

 

Un reciente sondeo llevado a cabo en Flandes (Bélgica) sobre lectura digital y hábitos de comprade libros constata el aumento del número de personas que lee en formato electrónico. Entre los aspectos observados, se menciona el hecho de que estos “consumidores digitales”, sin embargo, leen con menor frecuencia y compran menos libros que aquellos que siguen optando por soportes tradicionales.
Son algunas de las conclusiones obtenidas gracias a los más de mil individuos que, entre mayo y junio de 2014, respondieron a una encuesta cuyos resultados aparecen resumidos en un artículo que publica el grupo TISP (Technology and Innovation for Smart Publishing) en su portal SmartBook.
Se trata de una muestra con dimensión suficiente para poder elaborar un análisis bien fundamentadosobre diversos indicadores del mercado de los libros digitales en 2014, muy especialmente los relacionados con la adquisición de libros digitales y la disposición de la gente a pagar ellos.
El primer dato que se destaca es el aumento de los lectores digitales, pero con índices de lectura inferiores a los lectores tradicionales. Un 35 por ciento lee en digital, mientras que un 63 por ciento sólo lo hace en papel. Pero dentro del primer grupo solo el 3 por ciento lee exclusivamente en digital, mientras que el resto lee ambos formatos, digital y papel.
Los libros impresos son leídos con alta regularidad, mientras que las lecturas en dispositivos electrónicos presentan una frecuencia bastante menor (siendo superiores en ereaders que en tabletas).
En Bélgica se utilizan más las tabletas que los libros electrónicos: aproximadamente cuarenta de cada cien personas tienen solo una tableta, siete dispone solo de un ereader y trece cuentan con ambos. Un 6 por ciento de los encuestados manifestó estar dispuesto a comprar la versión digital de un libro si está disponible, pero una mayoría contestó que “probablemente no” o “seguramente no”. La circunstancia de que muchos de los libros editados en lengua autóctona no tengan versión digital explica, en parte, que el ciudadano de a pie no esté familiarizado aún con el formato.
En relación con la frecuencia de compra, igual que ocurre en el caso de la de lectura, los porcentajes más altos entre los compradores de libros impresos se sitúan en los extremos: los que compran muy pocos y los que adquieren muchos. Sin embargo, es difícil encontrar compradores frecuentes en el caso de los libros digitales.
En cuanto a los motivos, la mayor parte de los lectores en papel compra libros para sí mismos o para regalarlos, pero con los libros digitales la opción de la gratuidad es dominante en la decisión de adquirirlos. La mayoría los obtiene descargándolos gratuitamente desde internet (un 36 por ciento); de ellos, un tercio admite que se trata de versiones pirateadas. Obviamente, el préstamo a través de amigos y familiares bibliotecas, frecuente para los libros tradicionales, es prácticamente testimonial en el caso del material digital.
Pero ¿dónde se compran los libros? Las obras en papel se adquieren principalmente en librerías (casi un ochenta por ciento lo señala) y solo una quinta parte las adquiere en internet. En el caso de los libros digitales, los usuarios suelen comprar a través de distribuidores extranjeros. Bol.com, Amazon.com y iBookstore de Apple son en Bélgica los tres principales proveedores, por ese orden.
El estudio analiza también en qué medida la adopción del formato digital está cambiando los hábitos de compra. De acuerdo con los resultados, el impacto en este sentido es prácticamente imperceptible: dentro del grupo de los que leen sólo en digital o en combinación con papel, 4 de cada 10 afirman que éstos no se han modificado, y poco más del 5 por ciento ha dejado de comprar obras impresas desde que lee libros electrónicos. Tampoco se da el efecto contrario, con un porcentaje similar de personas que desde entonces compran más libros (en papel y digitales).
Las características más valoradas de los libros digitales, y en las que coincide alrededor de un ochenta por ciento de los encuestados, son la legibilidad, el espacio de almacenamiento, latecnología de tinta electrónica y el precio, seguidas de cerca por las funciones de búsqueda.
Los obstáculos más grandes para no adoptar el soporte digital, según los entrevistados, son el arraigo del hábito de leer en papel y no tener un buen dispositivo electrónico.
Cuestionados sobre el precio que estarían dispuestos a pagar por la versión digital de un libro, tomando como referencia una obra que cueste en papel 19 euros, los lectores establecen un intervalo de precios que va de los 7 a los 10 euros para una versión digital simple y de entre 9 y 11,50 euros para una versión enriquecida que incluya también audios, vídeos o vínculos a internet. Lo que resulta más llamativo de estas opiniones no es el precio notablemente más bajo respecto al papel, sino lo estricto de las franjas, que son mucho más estrechas de las que normalmente se manejan en los casos de películas y videojuegos.
Respecto a la fórmula de adquisición, la más popular es el pago por descarga (casi una de cada cuatro personas). Un 15 por ciento de los encuestados estaría interesado ??en el préstamo de los libros digitales, y una opción de suscripción sería la preferida para el 12 por ciento. Los libros gratuitos pero con publicidad sólo interesan a una de cada diez personas.

Según el artículo, todo este panorama ofrece oportunidades de negocio a medio plazo, sin que se deba pecar de optimistas (tiene en cuenta, entre otros factores, el alto número de entrevistados poco inclinados a leer en digital porque no tienen un dispositivo propio). Y señala que lo que resulta evidente para el sector es que cada decisión que se tome en la estrategia comercial del modelo de negocio tendrá consecuencias inmediatas para las funcionalidades tecnológicas. Se sugiere buscar fórmulas que otorguen a los lectores un sentido de propiedad sobre sus archivos digitales, frente al modelo de pago por producto (que además favorece que las grandes corporaciones como Apple o Amazon sigan siendo dominantes).

Con la plataforma adecuada, y controlando el riesgo de la piratería con una combinación de DRM social y control ocasional de licencias de usuario, podría conseguirse un modelo basado en “propiedad offline” en el que se respetarían simultáneamente los derechos de autor y los deseos del lector.

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